La Unión Europea, tras analizar el Informe Gallagher, ha recomendado frenar los objetivos de los biocarburantes para 2020 hasta que se pueda asegurar su sostenibilidad. En los últimos meses se han publicado diversos informes negativos sobre este tipo de carburantes, en los que se subrayan sus impactos negativos. Uno de estos impactos, de gran importancia, es la subida del precio de algunos alimentos como el maíz y el trigo (83% de media).
Sin embargo, la caña de azúcar no ha subido de precio desde 2006. Una tonelada de caña de azúcar cosechada produce 85 litros de bioetanol. En Brasil, el 1% de la tierra cultivable produce casi el 50% del combustible que se consume en el país. El procesado de la caña, además de para mezclarlo con las gasolinas de la petrolera Esso, se utiliza también como edulcorante para la producción de Coca Cola y como biomasa para producir electricidad (la energía proveniente de biomasa de vinaza cubre el 3% de la demanda total de Brasil).
La cosecha de la caña de azúcar se realiza durante todo el año, ya que hay distintas variedades adaptadas a diferentes condiciones climáticas. El ciclo de vida del bioetanol producido a partir de esta materia prima emite aproximadamente un 85% menos de CO2 que las gasolinas procedentes del petróleo.
En varios países está extendida la práctica de mezclar bioetanol con gasolina, como Suecia, Suiza o Reino Unido. Para asegurarse de que el biocarburante procede de cultivos sostenibles y no favorece la deforestación, las empresas productoras deben contar con un certificado ambiental verificado por un tercer organismo independiente.