La mayoría de los presos que llegan a Bastoy vienen de prisiones de alta seguridad en las que estaban cumpliendo condenas por delitos graves como asesinatos o delitos sexuales. En Bastoy terminan sus condenas, preparándose para la libertad.
La isla fue durante más de un siglo un correccional, hasta que en 1967 cerró sus puertas. En 1984 fue transformada en prisión. Ha sido declarada reserva natural y se sitúa tan sólo a 70 kilómetros de Oslo. Se trata de 25 km2 de campos, playas y bosques salpicados de casas de madera de colores.
Los 115 presos cobran un salario mensual módico para comprar productos de la zona en la tienda de la prisión, como recompensa por el trabajo que realizan diariamente. Algunos trabajan en el campo, otros en el aserradero, en la tienda, en el ferry, o en un pequeño barco de pesca. Ellos mismos se ocupan de los numerosos animales que viven en la isla (caballos, ovejas, corderos, vacas, pollos...).
En los últimos diez años la prisión ha reducido significativamente su consumo energético. Se han instalado paneles solares en muchas viviendas y las calderas queman madera de los bosques próximos, en vez de combustibles fósiles. La mayoría de los tractores han sido sustituidos por caballos, y los que no lo han sido, funcionarán próximamente con biocarburantes.
Bastoy le cuesta al Estado una tercera parte menos que el resto de instituciones penitenciarias. Según un estudio del Instituto Noruego de Estadística, el 60% de los procesados en el año 2000 por crímenes graves reincidieron en los cinco años posteriores a su liberación. De todos los prisioneros soltados en Bastoy en 2004, sólo el 30% ha vuelto a la cárcel.
Fuente: Soitu.es