«El impacto del cambio climático en la Bolsa» por Virginie Maisonneuve, Directora de Renta Variable de EAFE de Schroders

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(Cinco Días).- El medio ambiente mundial ha ido ganando un notable peso en las agendas de los líderes políticos en los últimos 12 meses. La metamorfosis del planeta, en términos de cambio climático, no es, desde luego, algo nuevo, pero la atención que los líderes mundiales prestan al tema está creciendo y, en mi opinión, va a seguir siendo así. Esto resulta especialmente cierto ya que se conjuga con los altos precios de la energía y los mayores niveles de globalización de la producción y servicios. Aunque es difícil integrar estas tendencias a largo plazo en una estrategia de inversión, el impacto potencial del cambio climático en el entorno empresarial se producirá con el tiempo y, por ello, los gestores de fondos deben anticiparse a la hora de elaborar las carteras de renta variable mundial. Según el informe Stern, publicado en 2006, si no se actúa sobre las emisiones, existe un 50% de probabilidades de que las temperaturas mundiales aumenten en cinco grados Celsius y los gases de efecto invernadero podrían ser extremos a finales de siglo. Los impactos medioambientales abarcan desde inundaciones a la reducción de la población pasando por la escasez de alimentos y podrían reducir el crecimiento del PIB mundial de manera sustancial. Para remediar esta situación, el informe Stern indica que la emisión por unidad del PIB debería reducirse hasta el 25% de su nivel actual para el año 2050. Las opciones que tendrán futuro parecen claramente basarse en una combinación de esfuerzos para promover la reducción de emisiones, así como las medidas preventivas para mitigar el impacto del cambio climático en nuestra vida diaria. Desde el punto de vista de las inversiones, las empresas que cotizan en Bolsa serán recompensadas (o penalizadas) con el tiempo según contribuyan positivamente (o negativamente) a la ecuación, dependiendo del ámbito de su actividad. Por ejemplo, los intentos de reducir la demanda de productos altamente contaminantes como el transporte favorecerán a los fabricantes de automóviles híbridos como Honda. Entre otras empresas recompensadas podrían estar las que producen o colaboran en la producción de energía limpia. Ejemplos de este tipo de empresas serían Siemens, ya que apuesta por sistemas de turbinas eólicas, o British Gas y la constructora naval de Daewoo, porque están vinculadas con el gas natural licuado (en su producción y transporte, respectivamente). La promoción del rendimiento energético también será un área de crecimiento y las empresas como Schneider (de electrodomésticos e iluminación) y Saint Gobain (que utiliza materiales innovadores en la construcción) están muy bien situadas. Otras áreas que resultarán clave durante este ajuste a largo plazo estarán ligadas al tratamiento y consumo de agua en todo el mundo. Suez, Ebara y Danone son ejemplos de estas categorías. Asimismo, merece la pena tener en cuenta también la protección de los cultivos, ya que está aumentando la utilización de elementos relacionados con la energía, tales como los biocombustibles. Aunque la tendencia a largo plazo está clara, todavía no se ha probado lo que se necesita hacer para alcanzar los objetivos a largo plazo relativos al rendimiento energético y la reducción de las emisiones de carbono. Pese a que la iniciativa de comercio de emisiones de carbono ha tenido éxito en algunos aspectos, y que en zonas como China, EE UU y Australia se han fijado objetivos a medio plazo relativos al rendimiento energético y las emisiones de carbono, es posible que no sean suficientes. Los cambios necesarios adoptarán nuevas dimensiones respecto a la globalización en términos de liderazgo y cooperación que podrían convertirse en un desafío para el orden mundial actual. Una parte de la cuestión reside en la disparidad entre los grandes contribuyentes al cambio climático (es decir, los mayores emisores de dióxido de carbono) y los países que se ven más afectados por el mismo. Otro de los desafíos se basa en el desequilibrio económico entre los emisores y la falta de una agencia de gestión mundial con verdadera autoridad. Por ejemplo, los grandes emergentes, como China, Brasil, Rusia e India necesitan claramente entrar en el proceso de manera mucho más activa y con más participación. Se espera que China se convierta en el mayor emisor individual en los próximos 12 a 18 meses, arrebatando el puesto a EE UU. ¿Cómo no podría integrarse en las discusiones mundiales? A pesar de que nos esperan desafíos, la próxima década ofrecerá claramente la oportunidad a algunas empresas, líderes políticos y ciudadanos del mundo de demostrar con éxito su opinión e innovaciones así como su capacidad para crear concienciación y participación respecto a esta cuestión tan delicada y realmente incómoda. También podrán destacar a la hora de manifestar sus opiniones y presentar sus innovaciones. Los políticos que sigan estos pasos, probablemente ganarán las próximas elecciones. Las empresas que sigan estos pasos, seguramente serán recompensadas económicamente en el mercado, lo que supondrá un resultado excelente, no sólo para las empresas vinculadas, sino también para los inversores de renta variable mundial.

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