Entrevista a Richard Howitt: Europarlamentario comprometido

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(serresponsable.com).- Tras el periodo de entusiasmo y casi euforia que se vivió a finales de los noventa por la promoción y las iniciativas en torno a la Responsabilidad Social Corporativa, da la sensación de que la RSE se ha quedado un tanto estancada, en particular en el área de formulación y aplicación de políticas. ¿Cuál es su percepción? Yo propuse en los noventa que la RSE debería incorporarse a la acción legislativa de la UE, y se vivió el entusiasmo de una década de frenética actividad en este campo, desde estudios y propuestas diversas a llamadas de atención a los Jefes de Gobierno, admito que se ha perdido una parte de aquel impulso inicial. Pero la publicación el año pasado de la Comunicación de la Comisión Europea, una acción consecutiva al Libro Verde de principios de esta década, relativa a la responsabilidad social de las empresas y a la contribución empresarial al desarrollo sostenible, ha reactivado el debate y el interés en la RSE. Si, ¿pero hasta qué punto se materializará ese debate en políticas específicas? Para empezar, hay división dentro de las propias instituciones europeas: ustedes en el Parlamento no están de acuerdo con las propuestas de la Comisión. No estamos de acuerdo en todos los puntos que propone la Comisión y nos gustaría que la iniciativa fuera más amplia, pero creo que la propuesta servirá para movilizar la RSE y que conducirá a acciones concretas. Por ejemplo, la creación de la "Alianza europea para la responsabilidad social de las empresas", que permitirá a líderes de la RSE en diversos campos reunirse y establecer "observatorios" en los que se comparen buenas prácticas, se desarrollen nuevas estrategias y se innove, y al final de un periodo de dos años se publiquen los resultados. Esos observatorios intentarán avanzar de manera detallada en al menos 20 áreas distintas que ayudarán a las empresas a ser más responsables. Desde el Parlamento Europeo estamos intentando que iniciativas como ésta se complementen con políticas y programas de RSE generalizados en la acción de la Comisión, de manera que aumente la concienciación sobre estos temas y mejore la puesta en práctica de regulaciones ya existentes, como la provisión de fondos públicos para recompensar a las empresas que demuestren una trayectoria de excelencia en su impacto en la sociedad o en el medioambiente. También estamos intentando reforzar las directivas europeas contra las prácticas comerciales ilegítimas, de forma que a las empresas que proclaman su buen comportamiento en términos de RSE, se les puedan pedir cuentas, y que tales proclamas no queden en meros ejercicios de relaciones públicas. Respaldamos también que en los casos de abusos, incluidos los que afectan a los derechos humanos, se puedan pedir responsabilidades que permitan implicar a los Tribunales de Justicia europeos. Es decir que existen ya muchos instrumentos de regulación a nivel europeo, pero podrían utilizarse y aplicarse mejor. El número de empresas que han suscrito las normas y recomendaciones mundiales sobre RSE y que elaboran complejas Memorias de Sostenibilidad no deja de crecer, pero eso no significa que incorporen la RSE al centro de su estrategia empresarial. ¿No habría que buscar otros instrumentos de control más eficaces para empujar a las empresas a hacer más en este campo? Yo creo que la mayoría de las empresas que elaboran Memorias de Sostenibilidad lo hacen de buena fe y que hay muchas compañías que sinceramente quieren aplicar buenas prácticas en favor de la sociedad y del planeta. Pero pienso que uno de los grandes obstáculos con que se enfrentan es que existen tal cantidad de iniciativas voluntarias y privadas en torno a la RSE que para la pequeña y mediana empresa y, aún más, para el consumidor, este campo resulta demasiado confuso, por lo abarrotado, y eso se convierte en una barrera a la hora de que las empresas adopten políticas de RSE. Por eso yo he venido defendiendo en el Parlamento Europeo que es preciso evaluar y clarificar los instrumentos de RSE existentes, en particular a nivel internacional, e intentar identificar los más útiles y creíbles para después poder recomendarles a las empresas aquéllas herramientas fiables que deben incorporar a su estrategia empresarial. Durante la última cumbre del G8 celebrada en Alemania, los países más ricos del planeta se movieron en la misma dirección al reclamar instrumentos y estándares de RSE homologados y aceptables internacionalmente, lo que facilitaría las prácticas de RSE de las compañías. Yo soy optimista en relación al futuro. Creo que estamos en un momento muy interesante en el debate de la RSE, un debate que empezó en Europa hace ya una década, cuando por primera vez se acuño el departamentos como el sector más reactivo término, y que ha evolucionado desde una fase en la que las empresas simplemente lanzaban estrategias, publicaban códigos de conducta y las primeras memorias sobre impacto social y medioambiental, a la fase actual en la que esas mismas empresas son capaces de aprender por sí mismas y de mostrar a otras cómo sus prácticas están cambiando y cómo ese cambio está contribuyendo visiblemente a la reducción de la pobreza, a combatir la desigualdad social y los problemas generados por el cambio climático. Esos cambios en las empresas, ¿no han venido incitados más bien por el miedo a los marcos legislativos reguladores que por un convencimiento de la "bondad" de la RSE? En mi opinión, mientras se cumpla con las buenas prácticas, el motivo es lo de menos. La legislación y las regulaciones son sin duda motores del cambio, pero no los únicos. Las empresas no son monolíticas, están compuestas por individuos, muchos de los cuales hacen elecciones éticas. Hay muchos hombres de negocios que, al igual que en el mundo de la política y de las ONGs, tienen un interés y una pasión auténtica por hacer del planeta un lugar mejor en el que vivir. Además creo que hay motivos estrictamente empresariales para optar por la RSE porque se ha demostrado repetidamente que las empresas que desarrollan prácticas sociales y medioambientales responsables mejoran sus ganancias y su competitividad a medio y largo plazo. Como usted señala, las empresas no son monolíticas y a, menudo, los departamentos que gestionan las iniciativas relativas a la RSE tienden a ser percibidos por los demás de la empresa, un sector que genera críticas internas. La definición de RSE que yo uso implica que una empresa gestiona eficazmente el impacto total de sus actividades en la sociedad y en el medio ambiente. Si partimos de esa definición, entonces ningún departamento o sección particular dentro de una empresa puede promover ni garantizar por sí solo el comportamiento responsable de la empresa en su conjunto. El liderazgo tiene que venir de arriba y el Parlamento Europeo ha votado en favor de que los directivos de las empresas tengan una responsabilidad clara en la promoción de la responsabilidad empresarial. Todos los departamentos de una empresa, desde el de relaciones públicas al de recursos humanos, tienen un papel que cumplir, pero lo que está claro es que la responsabilidad última es de la empresa en su conjunto. ¿Y qué papel le asigna a los stakeholders?¿No cree usted que podrían estar más involucrados en los mecanismos de control, aprobando las memorias de sostenibilidad, por ejemplo? La participación de los stakeholders, y en ellos incluyo a la ONG interesadas, a los representantes y organizaciones de la comunidad en la que las empresas tienen sus fábricas y sus oficinas, además de otros grupos de interés y a los consumidores, es absolutamente fundamental y no negociable. Una empresa que proclame sus logros en RSE por sí sola sin la ratificación de los stakeholders, no tendrá ninguna credibilidad. Las empresas tienen que involucrar a los stakeholders, sabiendo que habrá una diversidad de puntos de vista y que la participación de estos distintos grupos e interlocutores en ningún caso podrá convertirse en un veto para que la empresa avance. Pero, yo opino que, a menos que las compañías hablen con los stakeholders relevantes, los escuchen y respondan a sus cuestionamientos, nunca podrán declararse socialmente responsables. En su propio país, el Reino Unido, el poder del tercer sector y la sociedad civil es grande, ¿cree usted que ésta ha sido la clave para la rápida expansión que ha experimentado la RSE y la posición de liderazgo que ocúpa el Reino Unido en este campo? Como miembro del Partido Laborista británico y representante del Reino Unido en el Parlamento Europeo, aprecio mucho los logros tanto de mi partido como de mi país en RSE. Pero estoy en desacuerdo con que mi país esté a la cabeza en este campo. La experiencia me dice que en Europa todos tenemos mucho que aprender los unos de los otros. Por ejemplo, yo diría que los Países Escandinavos están a la cabeza en lo relativo a las prácticas responsables de las empresas hacia el medioambiente y en la provisión de fondos para apoyar acciones corporativas en esa dirección; Italia es un ejemplo en cuanto a la participación de las PYME en el debate de la RSE; en Alemania, las Iglesias han desempeñado un papel crucial en lo relativo a la rendición de cuentas por parte de las empresas, sobre todo en el sector de las industrias de extracción de petróleo; y España, desde mi punto de vista, es líder en el tratamiento que se da a los trabajadores con minusvalías, ya que se ha ido mucho más allá de los requisitos establecidos por la ley, para facilitar la adaptación de estas personas en el entorno laboral. Así que todos tenemos algo que aportar al debate de la RSE.

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