«Las ciudades en el pos-Kioto» por Imma Mayol

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Aunque hoy todos en Bali están convencidos de la existencia del cambio climático y de la necesidad de afrontarlo, los acuerdos que se deben tomar estos días son mucho más complejos que los que se planteaban hace 10 años, cuando los países más contaminantes eran sólo una minoría. Ahora no tiene ningún sentido un acuerdo que no obligue a las economías emergentes como China, que este año superará las emisiones de CO2 de Estados Unidos. La mayoría acude a Bali para aportar soluciones, aunque diferentes y no todas fáciles de aplicar. Por ejemplo, los países con grandes bosques tropicales como Indonesia o Brasil piden compensaciones para evitar la deforestación, de manera que se ahorrarían emisiones de CO2 al evitar quemar los bosques y se preservarían para que actuasen como sumideros naturales de estos gases. Las regiones productoras de hidrocarburos apuestan por invertir en tecnologías capturadoras de CO2 para evitar reducciones drásticas del consumo de petróleo y, por su parte, China e India piden una menor exigencia en la reducción de emisiones a cambio de disminuir su intensidad energética. Estados Unidos, el principal contaminante, se mantiene ausente en estos debates con la excepción de algunas voces discordantes dentro del propio país. Primero fueron cientos de ciudades y ahora se ha añadido un sector importante de los sindicatos, que en la reunión del Panel Intergubernamental de Científicos sobre el Cambio Climático (IPCC) celebrada en Valencia el pasado mes de noviembre, apoyó el Protocolo de Kioto por primera vez porque ya no lo ven como un riesgo para su economía (como lo ve Bush), sino como una oportunidad para crear nuevos sectores de actividad y de trabajo. Afortunadamente, esta es la última cumbre de Bush, y ya todo el mundo espera saber cuál será la postura del próximo inquilino de la Casa Blanca. Mientras, España es el país industrializado más alejado de los objetivos del Protocolo de Kioto. Ratificado por el Gobierno de Aznar, ha sido el Ejecutivo actual el que lo ha tomado en consideración, pero no como se merece, sino con medidas muy recientes e insuficientes asumidas prácticamente en solitario por el Ministerio de Medio Ambiente y no como prioridad de todo el Gobierno. Finalmente, los que apostamos por un pos-Kioto fuerte consideramos que la 13ª Conferencia de las Partes sobre el Cambio Climático será un fracaso si las naciones desarrolladas no acuerdan como mínimo que para 2020 se reduzcan las emisiones el 20% respecto a 1990. En este sentido, la Unión Europea está dispuesta a asumir incluso recortes de hasta el 30% si el resto de las naciones industrializadas lo acuerda. En este contexto, y cuando por primera vez en la historia más del 50% de la población mundial vive en ciudades, los gobiernos locales tenemos que aceptar la responsabilidad de actuar: es en el ámbito urbano donde se consume más del 70% de la energía mundial y donde se emite el 80% de las emisiones de gases de efecto invernadero. El mundo local no sólo es una parte del problema, sino sobre todo una parte muy esencial de la solución. Tenemos un camino recorrido: en 1992, en Río de Janeiro, los diferentes niveles de la Administración recibimos el encargo de un futuro más sostenible, y el balance en Johannesburgo, en 2002, evidenció que las ciudades habían hecho más los deberes que las regiones y los Estados. Sabemos que debemos centrar los esfuerzos en promover una urbanización más densa y mixta; utilizar energías limpias y renovables; potenciar una movilidad y una edificación sostenibles; y concienciar a la ciudadanía para hacer frente a estos retos. El Ayuntamiento de Barcelona lo está haciendo, con medidas como el Bicing, más reciente, o la ordenanza solar, que ha supuesto que la superficie de placas solares térmicas haya aumentado en más de 24 veces desde el año 2000. Pero para hacer estos esfuerzos en mejores condiciones, las ciudades reivindicamos que en Bali los gobiernos locales y sus propuestas se integren plenamente en el nuevo acuerdo posKioto de las Naciones Unidas, ya que la mayoría de las acciones se tienen que desarrollar en las ciudades. Reclamamos que en Bali se evidencie, además de liderazgos estatales comprometidos, el compromiso de las ciudades.

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